Es común que los seres humanos tengamos miedo de relacionarnos con nuestra sombra, con la parte que hemos -consciente o inconscientemente- ocultado por dolor.

Nos protegemos porque lo sombrío nos amenaza, nos juzga, nos hace perder la confianza y creemos que la vulnerabilidad que produce es difícil de superar.

También el ego juega un rol importante, no queremos presentarnos mal, vernos mal, creer que estamos en dificultad, que algo no funciona o que somos imperfectos.

La verdad es que, para relacionarnos con nuestro dolor o trauma, debemos aceptar que todo eso es humano, es inherente a la persona y que efectivamente somos vulnerables, cometemos errores, vamos en contra de nosotros mismos, afectamos a los demás, nos gana la pasión y muchas cosas nos salen mal.

Sin embargo, al ser capaces de aceptar, podemos cambiar. Y este cambio nos lleva a superar, aprender, adquirir herramientas emocionales que de otro modo no hubiéramos tenido, enfrentar más desafíos, aumentar nuestra autoestima y comprender amorosamente a los demás.

Nos lleva a saber quiénes somos y cómo este descubrirnos nos permite decidir a nuestro favor.

Resistirnos nos deja donde estamos

Nos limita y paraliza, nos llena de miedos y temores, nos pinta una vida difícil y nos acostumbra a vivir en esta dificultad. Las herramientas que desarrollamos son distintas, completamente represivas, evasivas, inhibidoras y, sobre todo, desesperanzadoras.

¿Qué significa esto? Nos quita la fe en nosotros, la esperanza de cambio y nos roba la voluntad.

La esperanza tiene una doble cara hermosa; por un lado, es muy racional y se trata de esperar algo contribuyendo a la creación de ese algo, decidiendo todos los días y aprendiendo a medida que nos encaminamos hasta ese lugar, meta u objetivo. Esperanza, en segundo lugar, es un impulso completamente espiritual que se convierte en motor de una causa, es la fe en el alma, la confianza en el propósito, la fe en el alma, el poder interno que nos permite creer en el talento de manera pura y sostenible.

La resistencia en vernos, analizarnos, reflexionar sobre nuestras emociones y pensamientos, tomar contacto con la realidad que queremos y la que tenemos, descubrir los mecanismos que nos estancan o hacen repetir un patrón, la vulnerabilidad de conocernos en nuestros dolores más profundos, la incomodidad de saber que no somos perfectos y muchas zonas conflictivas de nosotros, solo nos produce debilidad.

Culturalmente, generaciones tras generaciones, nos dejaron la impronta de no mostrar lo que sentimos, no llorar, guardarnos y hacerlo a escondidas…

Déjenme decirles que esto no es sano y el riesgo mayor es que no sepamos, en algún momento, qué nos afecta, qué nos lastima y qué nos duele.

Reprimirnos es una de las formas de resistirnos.

La debilidad no viene de la mano de saber llorar a tiempo y conocer los motivos, la rabia o la angustia por la que estamos transitando. La debilidad es simular o inhibir nuestras emociones hasta ya no poder ponerles nombres y que sean unas perfectas desconocidas en nuestra vida emocional.

El descubrimiento de toda la inteligencia emocional que podemos tener nos lleva a saber si este es el trabajo, si esta es la amistad, si esta es la pareja, si esta es la realización, si esta es la vida que quiero y que me representa y, sino, cambiarla.

La resonancia interna de la fuerza externa

Todo lo que sucede en nuestro exterior nos atrapa cuando confiamos en que ese mundo circundante al que necesitamos enfrentar y adaptarnos, va a cambiar para nosotros.

El mundo, como nosotros, es. Las personas, como nosotros, son.

Te pregunto: ¿es sano dejar de ser quienes somos para que otra persona sienta que la vida está a su favor? ¿es sano cambiar tus sueños, postergar tus propósitos, resignar tu realización, abolir tu crecimiento persona, clausurar tu corazón o acostumbrarte a no considerarte, para que otro crea que tiene control en su vida?

No es sano. Y no es posible que tú estés bien psicológica y físicamente.

Es sano que puedas comprender que eso externo solo te muestra muchísimas facetas para que tu vuelvas a tu alma y le preguntes ¿qué acuerdo tenemos con esta situación? Regreses a tu dolor y le preguntes ¿qué oportunidad de aprender tengo para superarlo y crecer? Reflexiones dentro de ti y te cuestiones ¿adónde voy con mi vida?

Se trata de tener un equilibrio sano donde nos podamos indagar, entender, reaprender y sanar. Por sobre todas las cosas, sanar.

El mundo interno resuena en la percepción que tenemos de él y esta está filtrada por toda nuestra historia personal, conocida y por conocer.

La espiritualidad siempre tiene una gravitación importante en esto, porque el alma también tiene campañas de luz que atravesar.

Somos, también, almas que pactaron con almas y que traen a la vida casos que resolver, una evolución que lograr.

Es por ello que aceptando todo lo que somos y viviendo esta profundidad a todo nivel, se nos abre el mundo, el universo, la existencia.

Es por ello que cuando la vida nos señala la luna podemos escoger limitarnos a ver el dedo o abrirnos a ver su belleza, luz y resplandor.

 

@juliodieztesta