En cierta ocasión escuché que “dar gracias” podía entenderse como “rebajarse”, “agacharse”, en cierto modo humillarse. ¡Cómo es posible! Dar las gracias en todo sentido es una virtud del ser sensible.

El trabajo de campo me ha llevado un tiempo, en cada ocasión que salgo a un restaurante con amigos, reuniones laborales, familiares o solo, observo cómo damos y recibimos el agradecimiento. Y pude darme cuenta que quienes sienten rechazo de dar o recibir gratitud, se comportan y vibran de otro modo, en otra frecuencia.

En este sentido he agudizado más mi observación y he hecho algunas preguntas inocentes. Pocas, las suficiente para ver algunas cosas: quienes agradecen y aceptan ser agradecidos, sonríen; tienen más ligereza en sus movimientos y conectan con cosas positivas.

De lo contrario, quienes no dan gracias tienen un modo autoritario, dan por sentado que tienen que recibir y cortan el flujo de la luz en sí mismos. Esto hace que su entorno se contraiga y se vuelva reactivo, lo cual genera aversión mutua en términos energéticos. Estas mismas personas dejan de ser atendidas o escuchadas y, en grados mayores, explícitamente rechazadas.

En el primer caso, dar gracias les hace gente confiable y afables, tienen una gran resiliencia que se vislumbra cuando no son correspondidos e igual se sobreponen rápidamente al evento. Son espontáneos, escuchan, tienen altos grados de atención, coherencia para seguir una conversación, enfoque constructivo y positivo de la realidad: toman como piedras angulares la “buena vibra”.

En el segundo caso, la tendencia es que suelen tener cierta actitud egocéntrica, les cuesta conectar con los demás y tienden a prestar poca atención de lo que sucede en su entorno. Los motivos pueden ser muchos, a penas he podido averiguar que evaden la posibilidad de interacciones reales por miedo, por porque temen sentirse descubiertos en su dolor o porque no quieren conocerse. Se escabullen.

Dar gracias es una energía

Las emociones puras, elevadas y positivas son como chícharos saltarines para nuestras neuronas. Las estimulan, las expanden, producen conexiones a niveles superiores a los normales y, además, modifican la química del cuerpo estimulando hormonas positivas y utilizando otras que podrían no serlo: las gastan. Así se genera un balance y equilibrio mental, emocional y físico.

Pero al mismo tiempo, conocer las emociones es claves para el desarrollo sutil y espiritual de las personas. Si podemos ser capaces de observar el complejo sistema emocional y sus repercusiones en nuestras decisiones (reacciones, conductas, etc.) y salud, comenzamos a elegir con cuáles quedarnos. Definitivamente, comenzamos a cultivar las positivas.

Este trabajo de discernimiento emocional nos lleva, indefectiblemente, a elegir lo sano, el bienestar y emociones como la gratitud, la alegría, la bondad, la compasión, etc., que nos llevan a conectar con frecuencias específicas, ondas de vibraciones superiores, a través de las cuales resplandece la luz de la conciencia superior o del creador (Dios, el Universo, lo que tú creas).

Si emana la luz del creador la conciencia se amplía, salimos de los pensamientos centrales de apego, ego y destrucción, para darle cabida a más perspectivas a nuestra realidad.

Esa luz es energía y esa energía brilla para nosotros.

Dar gracias tiene un poder inconmensurable, Dios está en la gratitud y una inteligencia emocional insuperable. Por eso te recomiendo que utilices la gratitud como herramienta para tu transformación.

Repite: Estoy completamente agradecido por las bendiciones que veo y las que aún me cuesta hacer consciente. Sé que tengo mucho en mi presente y esto es un don, milagro de la vida. Puedo sentir que, por cada cosa que creo no tener, cuento con millones de otras cuya naturaleza es la luz. Gracias vida, valoro mi presente y cada instante que vivo.