Mi valía es una fuente de merecimiento

Reconocer el valor que tengo como ser, desde lo profundo de mi esencia, es la forma en la que empiezo a abrirme al merecimiento. Merecer es un acto creativo, dinámico, en constante fluctuación. Hay altos y bajos, muchas veces creemos más en lo que merecemos y otras veces, por diversas circunstancias, sentimos esa energía en menor medida.

Merecer se corresponde con esa valía interna que podemos apreciar y observar a través de la ventana del alma. Merecer es un camino que, más allá del ego y del egoísmo, se puede trazar en virtud y cualidad para definir una vida de amor, paz, libertad y prosperidad.

Cuando el merecimiento lo fincamos en la valía interna y este se desconecta de nuestro pensamiento, sentimiento y acción, hay una brecha con la realidad. En ocasiones, nuestra valía es una percepción que no llega a tener una acción consecuente y congruente fuera de nosotros. Cuando salimos del mundo interno a la realidad externa, hay un tropiezo. La distancia entre la valía interna y la desconexión de esta con la realidad concreta genera un sentimiento de injusticia.

La injusticia se siente cuando percibimos que valemos, pero no vemos reflejado en nuestras vidas eso que percibimos. Hay varias razones por las que este tropiezo se produce:

  • La percepción interna no está consolidada y hay algo que queremos sentir, pero no lo logramos. Lo pensamos de manera racional, pero no lo creemos, no nos tenemos fe o confianza de que realmente eso que pensamos es tal como lo pensamos y nos representa.
  • Cuando lo que percibimos no se ajusta a nuestra realidad interna y es mayor a la capacidad que vemos en nosotros o la claridad con la que nos asumimos en el merecimiento.
  • Si nuestra percepción interna es de merecimiento y la respuesta externa es contraria y nos va sembrando una duda subconsciente a través de la cual filtramos la realidad.
  • Al desalinear el mundo interno con el externo porque el puente de decisión no conlleva acciones, pensamientos y sentimientos que reflejen eso que merecemos. Son decisiones que se toman con miedo, con desorden y falta de voluntad.
  • Los sentimientos de injusticia previos a esta brecha entre interno – externo, potencian y refuerzan negativamente la percepción del merecimiento.

Todo se trata de hacerse buenas preguntas:

  • ¿Qué merezco?
  • ¿Qué valgo?
  • ¿Mi merecimiento está alineado con la valía que percibo en mi?
  • ¿Qué me hace dudar de lo que merezco?
  • ¿Lo que merezco se refleja en el mundo externo y en mi realidad?
  • ¿Mi realidad es el resultado de lo que merezco?
  • ¿Mis decisiones se ajustan a mi percepción de merecimiento?
  • ¿Qué siento?
  • ¿Qué pienso?
  • ¿Qué realmente creo?
  • ¿Cuáles son mis limitaciones?
  • ¿Qué hago con mis creencias?

Y al mismo tiempo puedo poner bajo la lupa: ¿Qué hago con mis imperfecciones?

Todos tenemos áreas en las que podemos mejorar. Aceptar las imperfecciones y errores como parte natural del proceso de aprendizaje y crecimiento no implica que perdamos nuestra valía.

La aceptación de estas imperfecciones son un manantial de conocimiento y posibilidades de cambio. Son parte de nosotros y suman a la valía que podemos percibir. Cuentan tanto como los aspectos positivos.

Usualmente rechazamos o evitamos las imperfecciones porque nos demandan un trabajo y un esfuerzo y porque nadie quiere aceptar la sombra que proyecta la propia luz dentro de nosotros.

Acostumbrados a vivir bajo juicio, premio y castigo, nos apartamos de la dedicación voluntariosa de relacionarnos con estas imperfecciones para mejorar. Estas son valía profunda viéndolas de este modo. Si las ignoramos, se produce aquello que queremos evitar, nos devaluamos porque íntimamente sabemos que existen, pero no las queremos ver.

El autoperdón y la autocompasión son clave para reconocer tu valor interno.

Por lo mismo, cuesta que nos perdonemos. Desplazamos las responsabilidades y aquello que nos está demandando un acto de consciencia privado como el perdonarnos, asignándole culpas a los demás.

Gestionar el perdón es poder dialogar internamente con los sentimientos de culpa y las responsabilidades que no queremos ver porque consideramos que nos devalúa y nos hace quedar mal.

La inteligencia emocional indica que poder revisar estos sentimientos y desechar la idea de que revisar nuestras acciones es una condena, es importante para crecer, desarrollarnos y evolucionar.

La evolución requiere más de hacerle frente a lo difícil, a lo oscuro y a lo imperfecto. Porque son las áreas que le dan valor evolutivo. La transformación que producimos es lo que suma valía para nuestra percepción interna.

Te comparto una afirmación – mantra para que conectes con tu valor interno: Sabio es aquel que sabe que su verdadero tesoro está en su corazón, no en las riquezas del mundo exterior. Cultiva tu interior como un jardín sagrado, donde florecen la compasión, la sabiduría y el amor propio. Reconoce que eres una joya única en el universo, con un valor intrínseco que trasciende las apariencias y las posesiones temporales. Ámate a ti mismo/a como a un tesoro precioso, y encontrarás la plenitud en cada paso de tu camino.

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