Es cierto que los papás y los antecesores en el árbol de vida siempre dejarán un legado cognitivo, emocional, físico y espiritual. Este legado estará comprendido por enseñanzas claras y contundentes que son del orden de lo voluntario y otras inconscientes o involuntarias. Los papás que tienen o quieren tener cierto grado de conciencia, son quienes se preguntan: ¿Qué les estoy dejando (más allá de bienes materiales y qué les estoy enseñando día con día?. Saben que lo intangible importa y se ocupan de verse a sí mismos en perspectivas de sus hijos y de lo que desarrollan como inteligencia emocional, cognitiva, espiritual y física. Sus hijos les permiten verse y afinar su propia vida.
Se trata de un efecto espejo en donde no hay alguien que aprende y otro que enseña, sino donde ambos se reflejan en los dos roles y establecen una dialéctica recíproca, solidaria y evolutiva donde cada paso es aprender y enseñar al mismo tiempo.
Con esto quiero decir que los papás que buscan conciencia plena en el presente y desarrollan la atención sobre sus hijos, son reflejados en sus propias vidas con sus propios aprendizajes y sus propias deconstrucciones, para poder comprender quiénes son ellos, quiénes son sus ancestros, quienes sus descendientes y qué legado amplio (concreto e invisible) le están dejando.
Los papás conscientes y que prestan atención a sus hijos saben trabajar con reglas democráticas y apertura de mente y corazón:
- Se comunican
- Escuchan
- Se preguntan
- Toman a sus hijos como un punto de partida
- No subestiman el aprendizaje que obtienen de sus hijos
- Crecen con ellos
- Son flexibles a derribar paradigmas donde no caben esas afirmaciones: “así me enseñaron”, “la vida es como la que aprendí cuando crecí”, “en mis tiempos esto era así…”
- Deconstruir para edificar
El desafío de entender
Para poder entender hay que desentenderse un poco. Esto significa que no podemos comprender realidades desconocidas, emociones, mentalidades desafiantes, cambios de tiempos, innovación de la época, si no desarmamos un poco las estructuras de adultos, frente a nuestros hijos.
Me he dado cuenta que un hijo respeta y aprende más de sus padres por la capacidad que estos tienen de confrontar sus estructuras, que por defenderlas autoritariamente. Papás y mamás aprenden más de sus hijos y crean realidades nuevas a partir de desentenderse de sus convencionalismos y dejarse llevar por una mirada límpida.
Quizás esto sea de lo más difícil de implementar, porque ¡vaya!, estructura también significa -en algunos casos- resistencias. Pero una vez que se lo permiten, también la vida de madres y padres, comienza a transformarse en algo bello.
La evolución es la humildad
Frente al desafío de enseñar muchos quedan paralizados y ni enseñan ni aprenden. Sólo quedan en un punto de no decisión y estancamiento. El miedo paraliza y este es un caso concreto.
Mi sugerencia es que cuando quieran enseñar (en todo orden de la vida) comiencen por aprender humildemente. En una relación parental (y de cualquier tipo) la verticalidad de tiempo (edad) y espacio (rol ocupado) no funcionan para educar y ser educados. Es obsoleta, y está mal enfocada. Aquel precepto por el cual educar tiene que ser autoritario, porque sino no hay respeto es porque el adulto tiene terror a ser desafiado en sus conocimientos y que se cimbren sus estructuras más solidas. En nuestra educación histórica humana el orgullo de tener un conocimiento y convertirlo en ley es más poderoso que aprender, crecer, transformarse y evolucionar.
La conciencia del mundo diverso y amplio que buscamos construir no llegará si nosotros mismos no nos recriamos en diversidad y amplitud. Y para ello se requiere, también, dejar el ego de lado y volvernos más humildes.
El maestro es quien aprende
Desde la espiritualidad más antigua, la forma de ver el mundo es que el sabio de las tribus era el viejo, pero no por edad o ser acumulador de conocimientos, sino por estar dispuesto a aprender y desafiar y reorganizar su propio conocimiento. Cuando éste no podía hacerlo, perdía el estatus de sabio y se volvía un viejo cascarrabias.
Los sabios -viejos- se conectaban siempre con la sangre nueva, de la cual aprendían. La filosofía explica eso, somos hijos del despertar del conocimiento, de extraer, de sacar de dentro de una mente todo su potencial. A diferencia de los del medio, que eran quienes se debatían en los dilemas del orgullo. Siempre el más joven de la tribu podía traer una buena noticia al seno del clan, porque esa vida venía fresca, desde lo más profundo de las estrellas. A veces los jóvenes se manifestaban con revelaciones, disposiciones para crear belleza en sus cuerpos, voces o destrezas. Los jóvenes siempre traen ingeniería que a veces ignoramos.
El mundo sería más dinámico si pudiéramos, todos, trabajar de educadores. En el origen de las cosas suelen estar muchas respuestas. Por ejemplo, en la etimología de las palabras. Educar proviene del latín a través de los términos educere y educare.
- Educere. Significa “conducir fuera de” o “extraer de dentro hacia fuera”. En este sentido educar sería potenciar las capacidades del individuo para poder desarrollarse completamente. Es decir, sería potenciar el sujeto individual y único.
- Educare, significa “criar”, “alimentar” y se relaciona con las influencias educativas desde el exterior para formar, instruir o guiar al individuo. Por tanto este aspecto hace referencia a las relaciones que se forman con el ambiente para potenciar las posibilidades educativas. (Del Pozo andrés, M., Álvarez Castillo, J., Luego Navas, J., & Otero Urtza, E. (2004). Teorías e instituciones contemporáneas de educación. Madrid: Biblioteca Nueva).
Y más significativo aún es conocer el origen de Maestro y Alumno:
- Maestro. Del latín magister, que a su vez derivada de magis (más). El participio pasivo del verbo es fessus, que se relaciona con la raíz indoeuropea bha (hablar). La terminación viene del sufijo indoeuropeo -ter, contrastivo, que marca contraste u oposición.
- Alumno viene del latín alumnus, que significa “alimentado”. El origen de la palabra está en el verbo Alos, Alere, Altum (de procedencia indoeuropea) con el significado de “nutrir, hacer crecer o alimentar”
Si dejamos volar la imaginación y alineamos estas palabras para crear un mundo nuevo: Maestro es quien más puedo educar, es decir, extraer de adentro hacia afuera el conocimiento del alumno, nutriéndolo y alimentándolo para que crezca más alto, aún, de quien lo conduce.
Pregunta para reflexionar
¿No les parece hermoso saber que de quienes más aprendemos es de nuestros hijos?
Escríbeme y a contacto@juliodieztesta.com si quieres profundizar más en el entendimiento con tus hijos a través de la conciencia plena. Deja tu comentario que es muy bienvenido.
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