Nuestro diálogo interno está integrado por nuestras experiencias, nuestros deseos y nuestras percepciones y también de la mirada de los demás. Confirma la opinión que tenemos de nosotros mismos.

Cómo hablamos y entendemos hacia nuestro mundo interno quiénes somos y lo que estamos viviendo, lo que soñamos y lo que creemos que somos capaces o no, es parte de este diálogo.

Los recuerdos, las memorias y las heridas juegan un rol fundamental en este diálogo. Muchas veces todo esto se sabe conscientemente. Sin embargo, en una gran proporción, esto se desconoce. Corresponde a un nivel de lo sutil que suele ser invisible y reconocible. En ocasiones, esa información es posible que la veamos, pero el rechazo hace que la neguemos.

Y así se conforma una opinión sobre nosotros. Cuando somos conscientes esta opinión está bajo la lupa y la cuestionamos. Nos damos cuenta del contenido y nos abrimos a explorar su verdadera procedencia, la razón clara por la cual se instaló

Cuando sólo estamos heridos y no podemos relacionarnos ni con lo concreto ni con lo sutil, esta opinión suele alimentarse de muchas creencias creadas a partir de distorsiones, traumatismos emocionales y opiniones ajenas.

El “eres así” te marca y encasilla

Al trabajar en conciencia, se abre una oportunidad y es la de romper con este diálogo interno a través del cual en un alto porcentaje hablamos por opiniones emitidas acerca de nosotros sin saber que así es.

La apertura que nos da el autoconocimiento lleva a que gradualmente nos preguntemos con sorpresa: ¿de dónde viene esto que siento, que pienso y me digo a mí mismo?

Ahí es cuando choca la realidad de ti que estás descubriendo con la que tenías ajustadamente aprendida.

Es momento este de saber que el juicio que tienes sobre ti, la crítica insana a la que te sometes, muchas veces no es tuya, pero llevas mucho tiempo acostumbrándote a reafirmarla y también a confirmarla.

¿Recuerdas cómo te sentías cuando te decían qué sí y qué no? ¿Recuerdas cómo respondías con tus acciones y emociones a los conceptos que esgrimían sobre ti?

¿Recuerdas qué hacías cuando te decían que estaba mal moverte o reírte de una forma, llorar o expresar tu euforia, bailar o jugar de determinado modo?

¿Recuerdas que sentías en tu piel cuando te enmarcaban en un rol que no sentías que te perteneciera?

Eso mismo sucede mucho tiempo después con el mundo que te rodea. Y es aquí donde es difícil saber a quién queremos escuchar. El día que se nos limitó a través de un juicio, ese día que nos dijeron “eres así”, el mundo empezó a sonar fuertes y aturdirnos, y tratar de evitar ese “eres así” ha sido el mayor esfuerzo para limitar quienes somos.

Una versión aprendida pero no real

Nos llenamos de prohibiciones, porque muchas libertades y oportunidades las enfocamos en relación a ese momento, tengan que veo o no, digan cosas exactas u opuestas.

Nos fuimos ajustando a tener una mirada sin vernos, un vernos sin sentirnos, una disociación naturalizada para no sufrir, evitar el dolor o, simplemente por desconocernos.

¿Tienes tú la culpa?

No. En realidad, nadie la tiene.

Quien te dijo “eres así” ha podido menos que tú saber quién es en sí mismo. Quien te adjudicó la carga del estigma pudo menos que tú ser libre y cuestionarse lo que asumía de sí mismo.

Es fuerte y doloroso, y al mismo tiempo una gran oportunidad de retorno. De vuelta en U y regresar a desaprender lo aprendido, a reeducarnos emocionalmente y a plantearnos y brindarnos la libertad de elegir ser quienes queremos ser.

Cuando me preguntan ¿por qué me decían eso?, siempre respondo porque era lo más amable que podían decirte, aunque te lastimaran y condicionaran. Porque estaban diciendo sus miedos, sus represiones y sus heridas. Porque estaban hablando desde su desconocimiento y miedo a ser ellos mismos.

Porque en cada juicio estaban presentes los juicios propios. Porque en cada “eres así” estaban diciéndose a sí mismos la versión impuesta de quiénes eran.

Un nuevo punto de partida

Si hoy llegaste a esta pregunta, hay muy buenas noticias y oportunidades.

Porque hoy puedes comprenderte y empezar a desmalezar ese camino atrapado en versiones tuyas no permitidas, condicionadas, injustas en muchos casos.

Porque puedes asumir la responsabilidad de ser tú quien sea más amable consigo mismo y reinstale una forma de verse más consciente, donde el amor y la autocompasión reinen por sobre todas las cosas.

Porque tu ser no tiene límites y solo el miedo puede interferir para desmoronarte y hacerte aceptar quien no eres.

  • Puedes enseñarte a decirte cosas diferentes, a verte realmente y preguntarte hacia dónde quieres dirigirte en la creación de tu mismo.
  • Puedes ser capaz de entender el juicio que cada quien tiene de sí mismo y que esa daga les lastima sin que se den cuenta como lo hacía contigo.
  • Puedes invitarte a ponerte de pie y caminar tu propio camino trazando una vida que la reconozcas como propia.
  • Puedes dejar de anclarte en lo que los demás juzgan de ti, porque tú ya te liberaste de tu propio juicio.
  • Puedes amarte profundamente porque aprendiste a darte lo que necesitas conociéndote bien y sin limitarte.

Quienes han dicho como eres no determinan quién eres y como deberías hablarte. En ellos está poder un día, cuando llegue el tiempo de su propia armonía, saber que también ellos pueden liberarse.

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