Crisis siempre habrá, la vida en general es un paso de un estadio a otro atravesando momentos críticos que son transitorios, pero que depende de uno que así sea y se viva conscientemente esta transición.

He encontrado que los momentos críticos de nuestras vidas están representados por esos cambios inexorables e inevitable que por vitales, drásticos, existenciales o sorpresivos que sean, nos anuncian un nuevo estatus de vida. Es como acabar en el jueguito electrónico un nivel y saber que viene otro cuyas dificultades e incertidumbre se pueden incrementar, sin embargo, se cuenta con la destreza adquirida en el nivel previo.

La vida va subiendo de niveles de experiencias y de conciencia. Cuando te detienes en uno porque no sabes qué sucederá o si vas a poder seguir, el juego se estanca o se termina definitivamente.

¿Qué es lo que determina seguir o no?

El miedo sin dudas. El miedo a si vas a poder seguir adelante, si después de la separación podrás rehacer tu vida, si la menopausia o la andropausia te hacen perder juventud, si el trabajo que dejaste te hace caducar en el ámbito laboral, si tendrás algo con qué entretenerte cuando se vayan tus hijos de casa, si la muerte de un afecto será un dolor para toda la vida… El miedo siempre nos hace dudar de nuestras capacidades o habilidades emocionales, incluso nos hace dudar si vale la pena después de una conmoción continuar apostándole a la vida.

El miedo nos hace desconfiar de notros mismos y es ahí cuando entramos en crisis. Si podemos con el miedo, la pasamos; de lo contrario todo se paraliza.

La antigua filosofía taoísta que derivó en el oráculo del I Ching menciona, entre sus enseñanzas, que toda crisis revela una oportunidad. ¿Estamos preparados para verla?

La actitud frente a la crisis es fundamental, ya que es la base con la que se superarás o no.

Distingo que hay crisis vitales (aunque todas las son) que surgen como consecuencia de cambios de vida de una persona, estas tienen que ver con cuestiones relacionadas con la edad, cambios físicos, pérdidas, etc.

Otras crisis son las de índole emocional, relacionadas con la naturaleza adaptativa de la persona para enfrentar momentos traumáticos, difíciles, shokeantes o de profunda conmoción, donde es probable que no se cuente con la inteligencia emocional (en un primer momento) para enfrentarlos y que justamente, al hacerlo, nos permitirá desarrollar esta inteligencia.

Y crisis existenciales que son del orden de la confrontación entre la persona y el ser. Cuánto esfuerzo y energía hemos empleado para el “yo” de la personalidad y cuanto le hemos dedicado al “yo esencial”. Dos realidades diferentes que pueden ser integradas, pero a menudo se vive más en el de la personalidad. Ahí es cuando surgen las preguntas: ¿qué hago con mi vida?, ¿hacia dónde estoy yendo?,¿hago lo que me gusta?, ¿tengo la relación que quiero?, ¿dónde están mis sueños?, ¿qué sentido tiene esto que vivo hoy por hoy?…

Bajo amenaza

Las crisis activan nuestro sentido de supervivencia. Son un organismo extraño de sucesos que entran en nuestra realidad y comienzan a desarrollarse al mismo tiempo que vamos defendiéndonos de ellas y evitándolas. ¿Por qué? Porque no queremos sufrir o porque ya estamos experimentando el dolor y no sabemos si podremos gestionarlo.

Aquí la conciencia de que estamos frente a una crisis y que esta crece mientras la rechazamos es fundamental para dar un vuelco en nuestra realidad, girar el timón de nuestra embarcación y reorientarnos.

Hay que estar atentos y poder buscar interlocutores que nos ayuden a ver nuestra realidad de diversas perspectivas y sin sugestionarnos. Es bueno tener momentos íntimos de reflexión profunda, enfocarnos en nuestras emociones y observar el transcurso de los acontecimientos.

Cuando no alcanza con lo que tenemos

Más allá de lo incierto, del dolor de ciertos cambios abruptos, de lo inevitable y lo crítico, una crisis representa también creer que no contamos con los medios, que lo que sabemos no alcanza, que las herramientas no son suficientes y que será difícil o imposible adaptarnos a nuevas realidades.

Esto nos hace vivir la crisis como algo inmanejable que nos controla y ante lo cual estamos indefensos y a expensas del capricho de la circunstancia.

No obstante, cuando no alcanza con lo que tenemos, pero contamos con la capacidad de darnos cuenta conscientemente, nos encontramos con que sí tenemos aquello que creíamos que carecíamos. Lo demás se irá adquiriendo en el transcurso, en el camino. Pero tenemos el principio de realidad consciente y a partir de ello podemos buscar terapias, encontrar ayudas externas, internas, referentes, orientación, guía, etc., que nos vayan conduciendo a desarrollar la herramienta para hacerle frente.

Aceptar vence el miedo

Cuando aceptamos que estamos en un momento crítico, retador, que plantea un gran desafío para nuestro complejo sistema mental-emocional y hasta físico-espiritual, es cuando vencemos el miedo y nos podemos parar frente al reto y ser quienes gestionemos la crisis, la organicemos y logremos un estado de equilibrio paulatino.

Lo que siempre recomiendo, parafraseando al I Ching, es no detenernos frente al miedo y confiar que el momento crítico desencadena una oportunidad infinita que te permita seguir el camino con todo lo vivido, aprendido y transformado.

Lo importante aquí es que transitar conscientemente una crisis nos lleva a asumir las pérdidas, tener una clara y constructiva conciencia de lo vivido, visualizar la oportunidad del porvenir e iniciar un camino de mayor plenitud y madurez emocional.

Tras una crisis viene un nuevo orden, y nos merecemos estar presentes en ese momento.

Namaste.